Psic. Julie Paola Lizcano Roa - Psic. Catalina Romero Ávila
El uso continuo de redes sociales ha desencadenado en la población juvenil la necesidad de perfeccionar sus cuerpos alterando su imagen, lo cual genera conflictos identitarios y afecciones en la salud mental. (Laura Valentina Ardila Díaz)
La salud mental es un tema que cada vez más resuena en todas partes, pero hay muchos factores en los que hace falta conocer un poco más que solo el nombre de una enfermedad o condición. Los trastornos mentales son una realidad que afecta a muchas personas en todo el mundo, sin embargo, la gente en su mayoría desconoce y poco se interesa por esto.
De acuerdo con un estudio sobre el trastorno dismórfico corporal (TDC) realizado por la Universidad Católica de Chile, este se define como “la preocupación excesiva y desproporcionada por un defecto mínimo o imaginario en la apariencia física. El defecto generalmente se encuentra en la cara, aunque puede ser en cualquier parte del cuerpo”.
Este trastorno mental fue descrito por primera vez en 1891 por el médico italiano Enrico Morselli y hasta 1980 se conoció como dismorfofobia. Entre esas están: “la presencia de pensamientos intrusivos (no pueden controlar el pensamiento acerca de su defecto físico o sobre las ideas de referencia) y de respuestas repetitivas, por ejemplo: uso de camuflaje, comparación persistente con otras personas, mirarse repetidamente al espejo, mirarse en cualquier superficie reflectiva, arreglarse excesivamente, cambiarse de ropa frecuentemente, pellizcarse la piel, hacer dietas y ejercicios excesivos”.
Según la psicóloga Milady Sofía Velandia, los jóvenes al encontrarse en un punto de cambios y descubrimientos biológicos y físicos, son susceptibles a cualquier tipo de influencia que respecta a su apariencia física, comienza su preocupación por lucir bien y encajar en los estándares de belleza que impone la sociedad o simplemente encajar en su entorno por sentirse aceptados.
Rey (1994) plantea que al cuerpo se le ha adjudicado un papel regulador, ya que constituye el centro en torno al cual se construyen los aspectos básicos de lo sociocultural y de lo sociopolítico que definen los perfiles de una forma de ver e interactuar en la vida diaria en donde la apariencia personal forma parte de la consideración de los sujetos. De esta manera, una buena presencia, junto a una buena salud, son aspectos que tienen su propio valor en el entorno social.
Por otra parte, algunos trastornos estrechamente relacionados al TDC como consecuencia y comorbilidad a este, usualmente son la bulimia, la anorexia, la vigorexia, la ansiedad, la depresión, entre otros trastornos de estado de ánimo y trastornos alimenticios, también pueden conducir a tener tendencias suicidas y sentir rechazo social.
En los análisis clínicos del pasado se patologizaba a las identidades diversas dentro de diferentes trastornos y condiciones que actualmente han sido revisados y estudiados a mayor profundidad, ejemplo de ello son las modificaciones del DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) y la séptima y última versión de los estándares de cuidados para la salud de las personas transexuales, transgénero y con disconformidad de género, de la Asociación Mundial de Profesionales para la Salud Transgénero (WPATH, 2011).
En estos manuales la disforia de género se describe y trata con el propósito de dar atención y tratamiento a las posibles comorbilidades e incomodidades propias de la dismorfia y no en cambiar la identidad que el sujeto reconoce en sí mismo, ya que la medicalización puede caer en el error de ofrecer una ‘cura’ a un malestar parcialmente provocado por la rigidez del mismo entorno social, adicionalmente los tratamientos no son efectivos cuando tratan de invertir la identificación con el género opuesto, la evaluación debe entonces confirmar que el sentimiento es inalterable y persistente en el tiempo con el objeto de garantizar el éxito de las intervenciones hormonales y/o quirúrgicas (Fernández-Rodríguez, Guerra-Mora y García-Vega, 2012)
La disforia de género se define como el malestar o sufrimiento causado por la discrepancia entre la identidad de género de una persona y el sexo que se le ha asignado al nacer (así como el rol de género y/o las características sexuales primarias y secundarias asociados) sin embargo, es importante aclarar que hay personas que no se identifican con su género y/o sexo asignado y no presentan dismorfia o alteraciones en su calidad de vida, por lo que no requieren tratamiento o intervención clínica.
Por otra parte, en la comunidad LGTBIQ+ los individuos también pueden presentar trastornos dismórficos de acuerdo a las expectativas sujetas a la identidad de género en la que se reconozcan, así como a las características físicas que los medios y la publicidad señalan como deseables, ya que los estándares normativos de identidad masculina y femenina a los que se sujeta a la sociedad ponen al sexo y al género como elaboradas actuaciones socialmente reguladas que pueden requerir de cambios físicos para poder ser cumplidas, haciendo que personas LGTBIQ+ deseen someterse a los mismos tipos de cirugías estéticas que personas fuera de la comunidad reciben (liposucción, abdominoplastia, aumento de senos, rinoplastia, entre otros); en estos casos la intervención y evaluación del posible trastorno de dismorfia tiene objetivos clínicos muy similares tanto para individuos dentro de las comunidades diversas como para los que no hacen parte de estas.
A primera vista no parece complejo realizar un diagnóstico del TDC, sobre todo cuando se centra en una preocupación por la nariz, las orejas o los labios. El problema se plantea cuando entra en juego el rechazo a los caracteres sexuales primarios y/o secundarios, son necesarios manuales, guías y protocolos actualizados que faciliten la atención respetuosa, digna y adecuada de acuerdo a las necesidades de los pacientes de estas comunidades.
Esta complejidad hace necesaria la existencia de unidades especializadas en disforia de género, donde el trabajo en equipo, desde una óptica interdisciplinar, disminuya los riesgos a favor de la seguridad del usuario. La estrategia terapéutica incluye, con la máxima prudencia y consenso, realizar una valoración individualizada de cada caso particular y proporcionar al usuario una información realista y el asesoramiento adecuado.
Referencias
American Psychiatric Association - APA. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (5a. ed. --.). Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Fernández Rodríguez M, García Vega E. Surgimiento, evolución y dificultades del diagnóstico de transexualismo. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2012;32(113):103-19.
Rey, J. (1994). Los metrosexuales y ubersexuales como artefactos publicitarios, Revista Científica de Comunicación y Educación, 27, 19-27 Soley-Beltran, Patrícia. (2014). Transexualidad y Transgénero: una perspectiva bioética. Revista de Bioética y Derecho, (30), 21-39.
Autoras
Psic. Julie Paola Lizcano Roa, Psicóloga de la Universidad Santo Tomás. Diplomada en aplicaciones clínicas del modelo fenomenológico existencial del Instituto Colombiano de Logoterapia y análisis existencial. Especializada en pedagogía y docencia de la Fundación Universitaria del Área Andina. Ganadora del premio Pablo Rispo de psicología, 2014. Mg. en Psicología clínica y de la salud de la Universidad Atlántico de Barcelona y Universidad Internacional Iberoamericana de México. Autora del libro “Análisis existencial en la escuela de la Restricción al encuentro creativo”, “Lágrimas furtivas” y “Polo a Tierra”.
Psic. Catalina Romero Ávila, Psicólogo graduado en la Universidad de la Sabana con experiencia en psicología clínica y educativa, además de estudios en género, comunidades LGTBIQ+ e interseccionalidad.
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